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EL ANTICRISTO

El Anticristo

¡Hombres! Cuando llegue la hora en que por Voluntad divina haya de realizarse la depuración y la separación sobre la Tierra, atended a los signos celestiales que os fueron anunciados y que serán, en parte, sobrenaturales.

No os dejéis turbar entonces por los hombres – y tampoco por las iglesias – que mucho tiempo atrás entregáronse ya al Anticristo. Es triste que ni siquiera las iglesias hayan sabido, hasta ahora, dónde tenían que buscar a este Anticristo que desde hace ya tanto tiempo viene actuando en medio de los hombres. ¡Un poco de vigilancia, y por fuerza lo hubieran reconocido! ¿Quién puede obrar de manera aún más contraria a Cristo que aquellos que combatieron al propio Cristo y acabaron por darle muerte? ¿Quién podía mostrarse más enconada y declaradamente enemigo de Cristo?

Fueron los representantes y portadores de la religión terrena quienes no se conformaron con la auténticaenseñanza de Dios transmitida y personificada por el Hijo de Dios, pues ésta no compaginaba con lo que ellos habían instituido. En efecto, mal podía encajar el Mensaje de Dios en la estructura de los dignatarios eclesiásticos, encaminada, como estaba, hacia la influencia, el poder y la expansión terrenal.

Con ello demostraron claramente que eran siervos del intelecto humano orientado únicamente hacia el saber y el poder terrenos, hostil a todo lo que no entra dentro de la comprensión terrenal. Puesto que Dios, al igual que todo lo espiritual, permanece ajeno al saber intelectual terrenal, resulta ser precisamente el intelecto aquel que constituye el único y verdadero obstáculo. Por su naturaleza, es contrario a todo lo divino y todo lo espiritual. Y, por ende, como es lógico, también lo son a su vez todos aquellos que consideran su intelecto como lo más alto y sublime queriendo edificar sólamente sobre las bases de aquél.

Los dignatarios de la religión temían en ese entonces perder su influencia sobre el pueblo debido a las enseñanzas del Hijo de Dios. Ésa fue, como hoy todo el mundo sabe, la razón esencial de las calumnias que procuraron extender contra Cristo, hasta lograr por fin la ejecución del Hijo de Dios. ¡Clavaron en la cruz, como blasfemo, a quien el mismo Dios, del cual pretendían ser Sus siervos, había enviado a traer claridad a la humanidad!

¡Tan poco sabían, en verdad, de este Dios y de Su Voluntad aquellos que decían servirle y que así querían hacérselo creer a la gente, cuando para glorificarlo, para defenderlo aquí en la Tierra … dieron muerte al que era Su Enviado, al Hijo de Dios!

Consecuencia funesta resultó para ellos el ser esclavos de su intelecto terrenal, que sólo pugnaba por mantener su influencia. Se convirtieron en verdugos al servicio del Anticristo, a quien ya en secreto habían erigido un trono en sí mismos. Pues en él encontraban satisfacción a debilidades humanas tales como la presunción, el orgullo y la vanidad.

¡Quien espere pruebas más evidentes, nada podrá socorrerle; pues algo más contrario a Cristo, al Hijo de Dios y a Su Palabra ya no existe! El término anticristo no significa otra cosa que “combatiente contra Cristo”, contra la redención del ser humano a través del Mensaje de Dios. ¡El intelecto terrenal los impulsó! ¡Y es precisamente el intelecto quien, cual planta venenosa de Lucifer, se ha transformado en su instrumento, el más peligroso para la humanidad!

¡He aquí por qué el desproporcionado y desmesurado desarrollo del intelecto humano llegó a constituir desde antaño el pecado original del hombre! ¡Lucifer mismo, el Anticristo en persona, es quien se halla oculto tras él! ¡Él es quien ha podido erguir la cabeza gracias a los hombres! ¡Él, el único enemigo verdadero de Dios! Su lucha implacable contra la Misión del Hijo de Dios es lo que le ha valido el nombre de Anticristo. Nadie sino él hubiese poseído la fuerza y el poder para llegar a ser el Anticristo.

Y Lucifer, en su lucha contra la Voluntad de Dios, no se sirve solamente de un solo hombre aquí en la Tierra, sinó de casi toda la humanidad, conduciéndola así a la perdición por efecto de la Ira divina. Quien no sea capaz de comprender esto, a saber, la evidencia de que sólo el propio Lucifer podía ser el Anticristo que osa enfrentarse a Dios, aquel jamás podrá llegar a comprender nada de lo que acontece fuera de la materialidad densa, es decir, de lo puramente terrenal.

¡Y lo mismo que ocurrió entonces sigue ocurriendo hoy día! La situación incluso se ha agravado. También hoy querrán luchar enconadamente numerosos representantes de religiones para conservar en los templos y en las iglesias las prácticas terrenas de origen intelectual que vienen realizando hasta ahora.

Precisamente este intelecto humano que ahoga toda noble intuición es el más taimado de los gérmenes que Lucifer pudo cultivar y diseminar entre los hombres. ¡Todos los esclavos del intelecto son en realidad siervos de Lucifer, cómplices de la catástrofe inmensa que por su causa ha de sobrevenir a la humanidad!

Como nadie se detuvo a buscar al Anticristo en el intelecto, su difusión devastadora fue aun más fácil. Lucifer triunfó; pues de ese modo excluyó a la humanidad de la comprehensión de todo aquello que se halla fuera de la materialidad densa: ¡De la verdadera vida! ¡Del lugar a partir del cual comienza a establecerse el contacto con lo espiritual, que conduce a la proximidad de Dios!

¡Puso pie, aquí en la Tierra, como soberano de ella y de la mayor parte de la humanidad!

No era, pues, de extrañar que lograse llegar hasta los altares y muchos representantes terrenales de religiones – también de iglesias cristianas – sucumbieran irremediablemente victimas de él. También ellos esperan al Anticristo antes del Juicio anunciado. La gran revelación de la Biblia siguió incomprendida en ese dominio como en tantos otros, hasta nuestros días.

¡El Apocalipsis declara que el Anticristo levantará la cabeza antes del Juicio! ¡Mas no dice que será entonces cuando venga! Si está escrito expresamente que levantará la cabeza, es evidente que ya ha de estar presente, y no que sea entonces cuando haya de venir. Que alcanzará la cumbre de su poderíopoco antes del Juicio, ¡así ha de interpretarse esta revelación!

¡Vosotros, los que aún no estéis sordos ni ciegos espiritualmente, escuchad esta llamada de advertencia! ¡Tomáos la molestia de reflexionar seriamente por vosotros mismos! ¡Si persistís en vuestra cómoda postura, daos por perdidos!

Removiendo la cubierta protectora de la guarida de una serpiente venenosa, ésta, al verse descubierta de repente, intentará sin duda saltar contra la mano desconsiderada para morderla.

Lo mismo sucede aquí. El Anticristo, al verse descubierto y desenmascarado, replicará presuroso por boca de sus servidores, levantará el grito y lo intentará todo para mantenerse en el trono que la humanidad le ofreció solícita. Todo esto, sin embargo, solamente puede hacerlo por intermedio de aquellos que le veneran en su fuero interno.

¡Poned, pues, suma atención en vuestro derredor cuando la lucha comience! Precisamente en su vocerío reconoceréis, con tanta mayor certeza, a todo partidario suyo. Pues ellos volverán a la oposición, como hicieron ya en otro tiempo, por miedo a la Verdad pura.

El Anticristo intentará de nuevo mantener desesperadamente su influencia sobre la Tierra. ¡Atended a su falta de objetividad en la defensa y en el ataque; pues su acción volverá a ser difamadora, sembradora de sospechas, ya que sus secuaces no son capaces de proceder de otro modo! Enfrentarse a la Verdad, y rebatirla, es imposible.

Así los siervos de Lucifer combatirán también al Enviado de Dios, de igual modo que antes combatieron al Hijo de Dios.

Allí donde se verifique tal intento, estad alerta, pues hombres de esa calaña no pretenden sino proteger a Lucifer para mantener su dominio sobre la Tierra. Allí se encontrará un núcleo de las tinieblas, aun cuando esos hombres lleven lúcidas vestiduras terrenales, aun cuando sean siervos de una iglesia.

No olvidéis lo sucedido en el tiempo en que el Hijo de Dios vivió en la Tierra; pensad que hoy el mismoAnticristo, secundado por un número muchísimo mayor de partidarios, intenta conservar su dominio sobre la Tierra, escapar al aniquilamiento y seguir oscureciendo la verdadera Voluntad de Dios.

¡Fijaos, pues, atentamente en todos los signos que han sido anunciados! Se trata de la última decisión para cada uno: ¡Salvación o perdición! ¡Porque esta vez es Voluntad de Dios que se pierda lo que nuevamente ose alzarse contra Él!

¡Cualquier negligencia al respecto será vuestro propio juicio! – Los signos divinos no aparecerán sobre una iglesia; no será un dignatario eclesiástico quien porte las credenciales de Enviado de Dios. Sino sólamente Aquél que, inseparablemente unido a los Signos los lleve en sí mismo, con vivo esplendor, como en aquel entonces el Hijo de Dios durante su estancia en la Tierra. ¡Son la Cruz de la Verdad, viviente y luminosa en Él, y la Paloma sobre Él! Visibles para todos los que hayan recibido la gracia de contemplar lo espiritual para dar testimonio de ello a todos los hombres de la Tierra; pues entre todos los pueblos habrá quienes esta vez se les conceda “ver” como última Gracia de Dios. – – –

Jamás podrán simularse estos signos sublimes de la Santa Verdad. Ni el propio Lucifer, que no puede más que huir ante ellos, es capaz de tal; menos aún lo puede hacer un hombre. Por consiguiente, quien busca oponerse a esta legitimación divina, no hace sinó dirigirse en contra de Dios, como su enemigo. Con ello muestra que no es servidor de Dios y que nunca lo ha sido, sea cual sea lo que haya pretendido ser hasta entonces en la Tierra.

¡Cuidáos de que vosotros no forméis parte de ellos!

 

Abd-ru-shin
MENSAJE DEL GRIAL

El Anticristo

«El anticristo » de la Obra Eterna y Sagrada «En la Luz de la Verdad»
Mensaje del Grial de Abd-ru-shin
Para la absorción apropiada del Mensaje de Grial,
es esencial leer las disertaciones en la secuencia dada.
De otra forma…habrán lagunas que imposibilitarán un entendimiento completo.

«La Obra «En la Luz de la Verdad» es una fuente de Conocimiento Puro
para todos aquellos quienes sinceramente buscan por La Verdad.»

Abd-ru-shin nunca tuvo la intención de fundar una nueva religión,
secta o comunidad religiosa.

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Cassandra

CASSANDRA (4)

 

CASSANDRA (4)

 

Todos sintieron la bendición de sus manos activas, pero nadie se dio cuenta de lo que era en su sencilla grandeza. Por el contrario, todo se hizo aún más difícil por el egoísmo y la obstinación. Su vida se había convertido en una dura lucha.

El viento había girado, por lo que los barcos se fueron. El cuerno los saludó desde la torre alta y otro le respondió desde el mar. Cuando llegaron con vientos más favorables, aceleraron, como flechas; Los remeros no tuvieron que hacer ningún esfuerzo. Salieron bien armados y bien equipados. Los pabellones flotaban alegremente en el viento.

La costa estaba vigilada, los hombres armados y las puertas fortificadas; Las armas brillaban al sol. Troya parecía estar lista para una fiesta.

El mar se volvió áspero y los vientos trajeron los barcos a Hellas por el camino más corto. Las olas rompieron contra sus flancos y causaron que la espuma saliera disparada hacia las velas. La tormenta dispersó a los barcos, pero lograron reagruparse. A los troyanos les parecía que nunca habían navegado estando tan unidos. A la cabeza del velero más rápido había a veces una luz en forma de un misterioso pájaro blanco que volaba en un círculo claro. Siempre aparecía en el momento de peligro. Los luchadores no sentían miedo, sabían que estaban bajo la protección de seres eternos.

Apenas se podía ver nada, tanto había olas, niebla y espuma. A través del rugido de los elementos, a veces escuchamos un sonido similar a la queja de un cuerno. Se acercaron más a este sonido, pero no irían demasiado lejos para que no se cortara el camino a casa.

Hacia la mañana, el mar se apagó de repente; Después de unas horas la visibilidad volvió a ser buena. Fue entonces cuando vieron a la distancia diez barcos griegos que se unían. El arco del hombre más rápido lucía un dragón. Deben haber sido edificios muy altos, muy superiores a los de los troyanos. Por eso decidieron no arriesgarse a luchar en alta mar; ellos se volvieron El viento era débil ahora y, con sus barcos más livianos, se movían más rápido que los griegos. Como resultado, la distancia que los separa aumenta cada vez más. Esta vez, de nuevo, los dioses parecían ser favorables para ellos.

Cassandra sabía lo que era: había subido a la torre que ofrecía la perspectiva más amplia en alta mar, y desde allí reconoció el lugar donde su gente tenía que esperar a los griegos. Ella le informó a Príamo, quien inmediatamente preparó la salida de otros barcos bajo el mando de Héctor. Un silencio lleno de esperanza reinaba en el país; El mar parecía crecer lentamente. Alrededor del mediodía, el cielo se oscureció, el aire comenzó a vibrar y las ondas negruzcas y verdosas barrieron la costa de Troya. En el apogeo de la ansiedad, Cassandra estaba furiosa por la anticipación de un nuevo mensaje. Un pequeño velero aterrizó y trajo noticias de los barcos.

¡Cassandra tenía razón! Sus hermanos la miraron, estupidos de admiración. En cuanto a Príamo, Cassandra estaba felizmente conmovida por el cambio de él . Ella podría seguir contándoles cosas buenas. Los griegos se habían dispersado y las naves troyanas hundieron fácilmente una gran nave enemiga. Lanzaron círculos de fuego y jabalinas contra ella. Se hundió en cuerpo y alma.

Un mensajero pronto trajo la noticia a Troya, y la alegría de la victoria se extendió por toda la ciudad. Todos ya creían que los griegos serían fácilmente rechazados. En agradecimiento hicieron grandes ofrendas y encendieron fuegos; Las mujeres llevaban coronas de flores para decorar las estatuas de los dioses y los altares. Los animales fueron sacrificados y entregados a los sacerdotes. Una alegría sin igual se había apoderado de Troya, que estaba borracha de alegría. La multitud jubilosa estaba de pie en la plaza más grande, en la que estaba el Salón de los Ancianos, donde las mujeres rezando se cruzaban para llegar al templo. Al ver a Cassandra en lo alto de la torre, la gente la aclamó, la anunciadora de alegrías; La llamaban su protectora, la favorita de los dioses.

Pero Cassandra no les hace caso.

«Así como me aclaman hoy, me apedrearán mañana», le dijo a la guardia de la torre que estaba de pie junto a ella. Aterrado, la miró fijamente. «Podría probártelo de inmediato», le dijo con incredulidad. «Me bastaría bajar y decirles que su alegría es tan prematura como imprudente, que deberían hacer mejor las esperanzas en silencio cumpliendo con su deber, y que no deberían sacrificar a cientos de los animales que van a tener». No hay que alimentar, ni arrojar al fuego el precioso pan y el trigo. Créanme, los dioses se regocijan mucho más en una sincera gratitud, que permite la conexión con ellos, que los excesos de alegría que provienen de los instintos más bajos y desperdician los bienes de Dios en un libertinaje culpable «.

Con eso, bajó para unirse a Príamo para pedirle que prohibiera estas locas acciones. Hécuba la miró con aire burlón, y estas palabras venenosas brotaron de sus labios:

«¿Aún deseas quitarles su alegría después de haber incesantemente incomodado con tus siniestras visiones? ¡Tu presunción te hace perder la cabeza! »

En cuanto a Príamo, se fue en silencio y pesó las sabias palabras de su hija.

Una noche llamaron a la puerta de Cassandra; ella se levantó de un salto y pronto estuvo frente al mensajero del portero.

«Diodoros te hace decir que es hora», y él lo precedió iluminándolo.

Sus pasos resonaron por los pasillos; Subieron por la empinada escalera que subía a los jardines colgantes. Allí, una puerta permitía el acceso a la torre; Después de haber subido varios escalones, pasaron piezas llenas de proyectiles y flechas, y frente a cofres que contenían antorchas de resina y grandes jarras de aceite. Cassandra subió a la habitación de la guardia y corrió a la plataforma. Ya no se sentía cansada.

Sus ojos penetrantes escudriñaban el mar. La calma todavía parecía reinar a su alrededor; sin embargo, allí, en la distancia, hacia el noreste, las nieblas ardían de color rojo. ¿Pero no era el sol?

El viento traía un olor a fuego. En su emoción, se sintió atrapada por un ligero temblor, y la frescura del viento de la mañana la hizo estremecerse.

¿No se oyó en la distancia el rugido de un extraño? Tenso, ella escuchó durante mucho tiempo. El viento del este soplaba más fuerte.

Tenía la impresión de estar en un gran barco que había desplegado impresionantes velas rojas. Los mástiles eran de color marrón casi negro, al igual que la madera del casco. Cuerdas fuertes sostenían las velas, la proa del barco estaba decorada con un dragón. Frente a ella, en el lugar más alto, reservado para el comandante, había un hombre alto, con ojos radiantes, un héroe. Era muy hermoso y parecía una reproducción terrestre de Ares. La brillantez del coraje heroico y la fuerza extraordinaria lo rodeaban. En sus ojos dorados brillaba el ardiente deseo de la aventura. Su casco brillaba, iluminado por un fuego cercano. Los remos golpean el agua rítmicamente, se inclinaron crujiendo. Una brisa aguda silbaba entre los mástiles.

De repente el hombre vio a Cassandra.

«¡Oye, niña bonita! ¿Serías una de las naíadas? «Tales fueron las palabras pronunciadas por su risa. «¡Seguramente eres un buen presagio y me traes el anuncio de una próxima victoria!»

Fue Ulises, el rey de Ítaca, quien había prometido su ayuda a Menelao contra París, el secuestrador. Cassandra lo había visto, ella había escuchado su voz y había reconocido su naturaleza. Ella sabía que él era el mejor de sus enemigos, y temía su fuerza.

Su mente había precedido a los acontecimientos. En la proximidad del enemigo, e incluso visible para ella de forma intermitente, vivió la lucha de Ulises contra la flota de Troya. Surgieron llamas de un barco troyano, y uno de los barcos griegos se hundió. Su pueblo retrocedió,

Cuando volvió a la realidad, se encontró en la torre. El viento se precipitó en su velo cuando, inclinándose hacia adelante, todavía estaba explorando el horizonte. Un humo negro se cernía sobre el mar, que reflejaba los primeros rayos del sol naciente, y alrededor de este humo, las llamas ardientes de las llamas temblaban en un brillo rojizo. Pero no vimos los barcos en llamas.

Sin embargo, una cosa era segura: antes de la noche, su pueblo tenía que volar en ayuda de los que estaban en la vanguardia; De lo contrario, sería demasiado tarde. Cassandra salió apresuradamente de la torre.

En aquellos días, las personas tomaron parte activa en los eventos. Las preguntas y los supuestos abundaban en la ciudad. Pero la gente estaba principalmente preocupada por los rumores sobre las profecías de Casandra, lo que enojó mucho a los sacerdotes. El amor y el respeto que los seres humanos le mostraban de forma natural no eran más que la repercusión del amor que les prodigaba tan generosamente, pero los sacerdotes, que no la conocían, la acusaron secretamente de magia negra. Se convirtieron en sus enemigos.

Sin embargo, en ese momento, todo lo que estaba en contra de Cassandra se extendió por los delicados hilos que tejían una protección a su alrededor. O los seres humanos se excluyen sistemáticamente, o se abren a la actividad pura del Amor y, de acuerdo con las leyes, se comprometen con el camino que conduce a Dios.

Cassandra le había advertido a su padre y lo había incitado a luchar. Los héroes siguieron en alegría. Las mujeres prepararon la comida cuidadosamente y se ocuparon de los preparativos finales.

Antorchas extravagantes iluminaban el gran salón. Los sirvientes trajeron algunos platos chispeantes para la comida. Copas de oro, llenas de un exquisito vino, hicieron las rondas de los invitados.

Los barcos estaban equipados y esperando la señal de salida. La calma estaba en la ciudad. Era necesario apagar todas las luces: el enemigo tenía que enfrentar la oscuridad, lo que lo confundiría.

Las canciones de los sacerdotes hacían eco en los templos; Se consultó al oráculo, pero no se obtuvo respuesta. Los dioses permanecieron en silencio, y un silencio desesperadamente abrumador debido a la tensión ansiosa se cernía sobre Troya. Cassandra había informado a su padre de la pelea con Odiseo; Aparte de ellos, nadie sabía cuál era la situación.

Desde hacía mucho tiempo, todos se habían ido a descansar cuando, debajo, la costa comenzó a cobrar vida. Todos los incendios se extinguieron, los barcos avanzaban silenciosamente hacia el mar hacia el enemigo. Observando con cautela, se quedaron cerca de la orilla y se deslizaron suavemente sobre las aguas. Los trenes fueron operados sin ruido.

Pero antes de la luna nueva, los barcos regresaron. Anunciaron que Ulises los seguía con otros barcos. Y apenas habían llegado a su orilla natal de lo que ya habían escuchado el rugido de los cuernos que señalaba el comienzo de la pelea.

Así comenzó el trágico destino de Troya. Batallas seguidas de más batallas; eran peleas con fuego y espada, y había terribles envíos de proyectiles. Los troyanos lucharon como leones y con gran coraje, pero los griegos eran adversarios igualmente dignos y altamente caballerescos.

Durante los primeros años, fue una noble confrontación de fuerzas, una guerra animada por el espíritu y liderada con sagacidad. Fluyó mucha sangre; Las madres lloraban por sus hijos y sus esposas por sus esposos. Se perdieron innumerables barcos, y los acontecimientos dejaron huellas profundas en las almas humanas.

Poco a poco, la amargura creció y el odio aumentó. Los Erinnyes se desataron en todo el país y provocaron furia con sus látigos y sus tirabuzones; La oscuridad en efervescencia silbó sobre la Tierra. Cassandra se sintió horrorizada. Los troyanos conducían constantemente las naves, los ataques eran siempre más numerosos y más feroces. Muchos heridos graves fueron llevados a los muros de Troya. Cassandra se preocupó por ellos, ayudada por médicos sabios y mujeres eficientes. Salvatrices fueron sus palabras, salivando fueron también sus manos; todos los que se acercaban se sentían reconfortados. El círculo de su actividad se amplió cada vez más y su influencia espiritual creció constantemente. Lo mejor y lo más puro querían servirla ayudándola,

La paz emanaba de ella. Las abrumadoras palabras de Hécuba ya no la tocaban. Ella siguió su propio camino que estaba gobernado por leyes superiores.

El estruendo de la batalla estaba sobre el agua: gritos y más gritos, cuernos rugientes y silbidos agudos de proyectiles. Mientras resonaban, los ejes cayeron sobre los tablones, que se rompieron con un golpe, y los vapores del mar burbujeante se mezclaron con el humo espeso de las vigas quemadas y carbonizadas. Hirviéndose con aceite hirviendo, velas desgarradas ardían en la superficie de las olas. Siniestros destellos iluminaron terribles imágenes de terror. El humo negro y espeso de los barcos en llamas se estaba extendiendo más y más, eliminando toda visibilidad.

Grande fue la ansiedad en Troya. Los griegos habían recibido importantes refuerzos: eso era todo lo que se sabía, pero la batalla había durado días y ninguna noticia había llegado a tiera. La ansiedad se apoderó de la población.

La esperanza de ver alejarse al enemigo se fue abandonando gradualmente, y la proximidad de la flota opuesta fue opresiva. Se notó con horror que, a pesar de todas las pérdidas que había sufrido, estaba aumentando constantemente. Nuevos refuerzos llegaban constantemente gracias a la riqueza de Agamenón, que había tomado la iniciativa.

A veces, cuando Cassandra no se sentía observada, se retorcía las manos. Ya no debía intervenir por su conocimiento, el Espíritu de Luz no lo quería. Ella era tonta y triste, llena de ansiedad y preocupación por su gente, por la ciudad, por la gente. ¿Quién debería mirar? ¿Quién debería avisar? ¡Eran todos ciegos y sordos, llenos de egoísmo y pasión! El miedo despertó malos instintos en los seres humanos. Habían cortado el vínculo con toda la ayuda más pura y, obstinada, la oscuridad se cernía sobre Troya y Grecia, generando constantemente formas horribles.

Pallas Athenaeus, iracundo, estaba por encima de estos dos países. Frente a su rostro radiante, acercó el escudo de la Medusa a la horrible cabeza de serpiente que miraba a los humanos haciendo una mueca despiadada. La crueldad y la lujuria aumentaron excesivamente. Las mujeres especialmente se depravaron a sí mismas. Los horrores de la guerra y la separación de los hombres provocaron situaciones espantosas en las ciudades helénicas. Las mujeres cayeron cada vez más bajo. La adoración de los dioses se convirtió en un servicio de ídolos.

El amor eterno del Padre puso un velo sobre las visiones de Cassandra. Como de repente se había escabullido y ya no estaba involucrada en las acciones de los humanos, rápidamente olvidaron lo que ella les había enseñado, lo que ella les había dispensado. El amor y la consideración que muchas personas le habían mostrado anteriormente se fueron extinguiendo poco a poco; se encontraba cada vez más sola.

Ella aspiró a la Luz de su Patria, y de su corazón brotó esta súplica:

«Tú, Jehová, ¿qué he hecho para que me golpées de esta manera? Quítame ese cáliz amargo … ¡pero hágase tu voluntad y no la mía! »

Mientras que un huracán se hizo eco a través de las paredes, la casa se sacudió, la luz inundó la habitación, y en este sentido, brilló una cruz. Una voz dice:

«Escucha, María, soy yo quien te llama; espera! ¡El Reino y el Amor te pertenecen, que llevas el Amor! ¡Soy uno con el Padre, y tú eres parte de Mí! »

En la Luz apareció una cara de gran pureza, marcada a la vez por la severidad y la bondad, con una mirada resplandeciente de la Luz de la Vida.

Ahora Cassandra sabía por qué le habían quitado la facultad de verlo: era por amor, para el cumplimiento de su misión.

Tal fue la preparación de Cassandra para el período más difícil de su existencia terrenal.

¡Luego vinieron años terribles para Troya en el Juicio de Dios!

La derrota en el mar fue grave. Más de la mitad de los barcos se habían quemado, matando a la mayoría de los guerreros. Los que habían sido rescatados resultaron gravemente heridos, y algunos de ellos sucumbieron a sus quemaduras. Afortunadamente, Héctor pudo llegar a tierra firme a tiempo, con su tropa de élite y el resto de los barcos.

Oscuros y amargos, cansados ​​de luchar, sucios de hollín y sangre, por lo que volvieron. Había mucho trabajo y bullicio en el castillo. Sin embargo, los enemigos no se desarmaron. Continuaron la lucha y obligaron a la flota a atracar y rendirse. El ruido de las batallas nunca paró. Los barcos griegos formaron un arco gigantesco alrededor de la costa de Troya.

Después de un breve descanso, los espartanos colocaron a sus hombres. Los soldados de infantería y jinetes ocuparon sus posiciones en la orilla y acamparon allí. Bien custodiada, la carpa del rey se destacó en rojo entre las demás.

Desde sus paredes, los troyanos, congelados por el miedo, consideraban la multitud de sus enemigos. No habían imaginado que el asalto de Agamenón tomaría tal magnitud. Sin embargo, defendieron con coraje y tenacidad la parte más pequeña de su suelo nativo, y las corrientes de sangre fluyeron.

Paris peleaba como un joven león. Donde se mostró, la tropa de griegos se estaba estrechando. Querían a toda costa atraparlo, porque era para él que su mayor enojo estaba dirigido a él, y a Héctor, quien no dejó a su hermano con los ojos. Ulises era su enemigo más feroz.

Pronto el campamento de los griegos formó un semicírculo en la costa de Troya; De día en día, se acercaban a la ciudad.

Los troyanos tuvieron que desplegar toda su fuerza para resistir la embestida de este poder mayor que el suyo y no ser aislados del interior.

Así es como pasaron las lunas y los años. Muchos volvieron al reino de las sombras. Una nueva juventud creció. Al verla, se podía medir el número de años interminables, eternamente iguales a sí mismos, con los altibajos del destino caprichoso de la guerra que los había esclavizado a todos. La enfermedad había plagado las filas de los griegos; Fue atribuido al envenenamiento de las fuentes. Los buitres, los primeros signos de advertencia de muerte debido a esta epidemia, se volvieron y gritaron sobre el campo de batalla.

Las puertas de la ciudad estaban bien cerradas; Con torres y muros anchos y sólidos, desafiaron al enemigo. Las cortinas estaban revestidas de hierro. Abajo, en las profundidades, las riquezas del reino se habían acumulado, y las importantes reservas de un delicioso vino reconfortaban el temor de morir de sed.

Príamo gobernó el ejército y el pueblo con sabiduría y firmeza. Todos le mostraron amor y veneración. Levantaron sus ojos fieles y agradecidos a su anciano soberano.

Hécuba había cambiado mucho. Un sentimiento de culpa roía su alma en secreto. El insoportable miedo y el temor de los Erinnyes la atormentaban en todo momento. Sus arrebatos de ira esparcieron el terror por todas partes. No quedaba mucho de esto una vez tan clara y reflexiva mujer. Cassandra ya no sufría más por su madre: para ella, era una persona enferma, incluso una mujer muerta.

Finalmente, los sitiados tuvieron que retirarse permanentemente dentro de los muros de Troya. En lo sucesivo quedaron aislados del resto del país, que estaba deshabitado y desierto en vastas extensiones, ya que todos los que habían vivido allí antes se habían asustado y refugiado en la ciudad.

 

Seguirá….

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«La  traducción del idioma francés al español puede restar fuerza y luz a las palabras en idioma alemán original …pido disculpas por ello»

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CASSANDRA (3)

troya

CASSANDRA (3)

 


Sus hermanas y compañeras se destacaron de ella. Se encogieron de hombros en señal de burla y prefirieron que ella las dejara con su charla frívola sobre hombres, retretes y chucherías en lugar de hablar de música o sus observaciones vivas de la naturaleza y la vida. Al reír alegremente, se unieron estrechamente y dejaron que la Luz pura ardiera en una altura solitaria.

Cassandra a veces tenía la impresión de vivir completamente en vano. Fueron para ella las horas más dolorosas.

Un día, mientras ella descansaba, como solía hacer, en el bosque de Apolo, este último se le apareció en una nube. Queriendo acercarse a ella con amor, él le mostró en imágenes seductoras lo que podía hacer maravillosamente si se unía con su fuerza esencial.

Sin embargo, estaba tan rechazada que se asustó a sí misma. Con palabras de ira ardientes, ella le prohibió que se acercara a ella. Ella no sabía dónde estaba repentinamente segura de que pertenecía a alguien más alto que todos los demás. La Fuerza de Dios la penetró.

En cuanto al tentador, que se le había aparecido en la forma de Apolo, había desaparecido …

De repente estalló una violenta tormenta; la luz del sol se desvaneció y nubes gris-negras se extendieron sobre Troya. Bruscamente, todo se sumió en la oscuridad y un relámpago cayó sobre el tronco de la acacia junto a la cueva. Trueno trueno, la tierra tembló. Mucho después de que las nubes se hubieran disipado, el sol seguía sin brillar, ya que Artemisa, la diosa de la pureza, lo había oscurecido por la fuerza de su voluntad y el disco de la luna la había oscurecido.

Cassandra repentinamente se dio cuenta con tristeza de que este oscurecimiento era una severa advertencia de seres esenciales, y que durante mucho tiempo la oscuridad proyectaría su sombra sobre ella y la de ella.

Se levantó como si saliera de un sueño. ¿Qué era esta Luz resplandeciente que parecía tan familiar y, sin embargo, tan lejana? Su sangre fluía por sus venas como un fuego líquido. Se sintió animada por esta corriente de Luz y no aturdida como había pensado al principio.

Altas y claras, las estrellas brillaban en el cielo que, liberadas de sus nubes, liberadas del desencadenamiento de la tormenta, contemplaban la Tierra con indulgencia.

El oscuro sol se había puesto; Una noche estrellada soñaba en silencio.

Sin embargo, el maravilloso cielo con sus miles de millones de mundos relucientes se apareció ese día a Cassandra sin brillo, sin brillo, extraño y frío, porque estaba en el rayo de la Luz Original viva que era su Patria.

Se había elevado a una altura cuyo brillo superaba con mucho al del sol. Le habían echado un vistazo a su brillante patria.

Cuando regresó a su existencia terrenal, su alma todavía no la veía claramente, pero era consciente de que todavía la esperaban muchas dificultades.

Se vio a sí misma tomando un camino empinado, rodeada de personas que recogían piedras para apedrearla. Aterrorizada, los sintió dolorosamente. Ella quería huir, pero la Tierra la contuvo por miles de enlaces.

Cuando Cassandra entró en el patio, el gran perro guardián gritó con tristeza y se tumbó a sus pies. Un silencio abrumador y opresivo reinaba en el castillo. Solo se escuchaban los sonidos quejumbrosos de una tubería desde las colinas.

Tan pronto como ella entró en la habitación donde las mujeres se sentaban a trabajar, el silencio se hizo evidente. Miradas curiosas y hostiles la siguieron, y cosas absurdas y sin sentido, nacidas de la superstición, fueron murmuradas a sus espaldas.

La oscuridad se estaba condensando.

Era el miedo que sentían los seres humanos frente a aquella cuyos ojos lo penetraban todo, y este miedo se convirtió en sospecha e incluso en odio. El corazón de Cassandra se hundió. ¿Qué debería hacer ella? Si les contara cuánto los compadecía por verlos atascados en sus mentiras, simplemente lo negarían todo. Bajó la cabeza, se retiró a su habitación.

Esa noche, no lejos de la puerta exterior de Troya, dos pastores estaban en los pastos. El cielo azul profundo respiraba, y sobre el castillo vieron una luz en forma de cruz.

Nubes oscuras de Grecia se acumulaban cada vez más. Una tormenta envió una pequeña flota a tierra, que salvó a París y Helena. Una gran alegría se apoderó de Troya cuando la pareja cruzó las puertas de la ciudad. En la brillantez de su belleza, eran deslumbrantes, y la fiesta que siguió a su recepción fue suntuosa.

Sin embargo, Cassandra no pudo participar.

Cassandra no podía dormir. Vio barcos en alta mar y reconoció que eran los de su padre. Se dirigían a su patria y llevaban malas noticias. Cassandra sintió una amenaza para ella.

Con una antorcha en la mano, entró en el apartamento de su madre para decirle lo que sabía. Pero, encogiéndose de hombros, Hécube miró a su hija con aire frío e incrédulo.

«¡No siembre preocupación en la casa! Esperemos. »

Incluso su madre no la creyó.

Estaba más sola que nunca en esta Tierra.

Durante este tiempo, los bienes terrenales fueron festejados y desperdiciados. Con un corazón pesado, Cassandra escuchó a los bebedores gritar y cantar en voz alta en los pasillos. Seguían celebrando el regreso de París.

Llevando una antorcha encendida, avanzó entre los borrachos y les gritó:

«¡Pronto, tus gargantas callarán y lamentarás no haber guardado el vino durante los años de hambre! »

La risa y airado respondieron:

» La virtuosa! ¡Déjala ir a la cama!

Incautación de ira y disgusto, Cassandra guardó silencio. Ella regresó Sin embargo, el aliento ardiente del habla había despertado en ella y seguía actuando; ¡Ella no podía callarse ahora! Escuchó una voz que advirtió y anunció constantemente el destino de su gente si no querían escuchar. Con las manos levantadas, rogó que la gran Luz la liberara, pero la respuesta fue:

«¡Debes hacerlo! »

A medida que Cassandra había visto las naves de su padre aterrizó exactamente a los treinta días del mes siguiente y se anunció la inminente llegada de Menelao.

Nubes pesadas oscurecieron el frente de Príamo. Se realizó una entrevista sin testigos entre París y su padre en la calma de la habitación del rey. Pálido y pensativo, su rostro madurado y marcado por una determinación viril, el hijo salió de la habitación.

Fue entonces cuando Cassandra lo conoció: con amor, pero con firmeza, ella le puso la mano en el hombro y lo miró con ojos brillantes y brillantes. Ella le habló con palabras cuya resonancia parecía vibrar en sus propios oídos como campanas distantes. Ella habló de la sucesión de faltas y su expiación, el libre albedrío del ser humano y su responsabilidad.

Al principio, sus palabras de salvación y comprensión cayeron en el alma de París como una lluvia abundante, pero luego ella le advirtió de su mente. Sus exhortaciones tocaron el punto doloroso de la conciencia de su hermano como tantos pinchazos; Al advertirle, Cassandra habló de los efectos de la reciprocidad de la justicia eterna. Y, finalmente, llegó este requisito:

«¡Reconozca su falta y devuelva a Helena con su esposo! ¡Salva a tu gente de la ruina!

París la escuchaba, su rostro serio; Cada vez más prohibido, escuchó las palabras de Cassandra. ¿De dónde vienen? ¿Dónde encontró la fuerza para hablarle así? Abierto a todo lo que es alto, puro y grande, inmediatamente sintió la verdad contenida en sus palabras y reconoció el poder de la Voluntad de la Luz.

«Libérate de los lazos que te abruman, libérate y aspira a la Verdad; ¡solo entonces entenderás lo que significa ser libre en la Luz de Dios! »

Tal petición dirigida a su hermano querido, estas palabras resonaban en las galerías. Acercándose a la fuerza de las palabras de Cassandra, él había huido, porque no quería separarse de Helena.

Cassandra se vio obligada a reconocer con tristeza que la Verdad solo puede echar raíces donde estamos listos para darle la bienvenida y donde la voluntad es seguida por la acción.

Ella envolvió su cabeza en un velo oscuro en señal de luto. Desde ese momento supo que el destino de Troya estaba sellado.

Los arreglos que se tomaron para recibir al enemigo fueron prodigiosos. Príamo dirigió todas las preparaciones con gran circunscripción. Las personas se sometieron a él voluntariamente y cada uno trabajó celosamente. Todos los graneros estaban llenos y las rutas de suministro estaban bien protegidas para que los productos de la tierra pudieran ser llevados a puerto.

Las reservas de armas eran abundantes, las construcciones sólidas, y las murallas y las fortificaciones dispuestas juiciosamente. Los muros fueron capaces de resistir al enemigo más poderoso. Una voluntad fuerte y tenaz y la confianza en la protección de los dioses hicieron a los defensores felices y seguros de la victoria.

Con todo el coraje dado por el entusiasmo y la voluntad ardiente que caracterizaron a las razas del pasado, se lanzaron a esta lucha contra un ejército que era claramente superior a ellos en número.

Sólo Cassandra vio con preocupación el resultado de este conflicto. Las mujeres del destino le habían mostrado en el espejo del espíritu el hilo que estaban tejiendo, y su corazón estaba lleno de una angustia indecible.

Ese año, el mal tiempo no terminó. Parecía que Poseidón quería oponer todas las tormentas a los griegos. Fue así como Troya tuvo mucho tiempo para hacer sus preparativos finales.

Hécuba estaba muy ocupada, y todas las mujeres la ayudaron. Una tristeza muda y abrumadora, contraria a su naturaleza, que generalmente era enérgica y rápida de actuar, pesaba sobre ella. Era como si se viera obligada a pensar en algo que no podía entender y se alejaba de ella debido a un miedo interior. Ella sintió que si encontraba la solución a este enigma, tendría que transformarse completamente. Y este enigma fue y quedó para ella su hija Cassandra.

Cassandra menudo sacudió el alma de su madre con una vehemente insistencia; con tocar la sinceridad, ella buscó la comprensión de esta mujer irritable, orgullosa y fria, pero también sucedió que el evitarla durante días e incluso semanas enteras, y ni una palabra amable, incluso la más mundana, no cruzó sus labios. No perdió tantas cosas en sus relaciones con la madre cerrada que anhelaba un poco de calor, donde Cassandra mostró una reserva tímida.

Sin embargo, a menos que su madre le diera la confianza a Cassandra, cuanto más se contiene en sí misma, y esto profundizó una brecha creciente entre las dos mujeres.

Ambas tenían un temperamento muy apasionada. Mientras Hécuba lo reprimía, creyendo sofocar en ella, Cassandra le dio rienda suelta en las ricas experiencias de su alma que llevaron a una realización cada vez más maravilloso usando los dones de su mente. Gracias a la siempre animada cambiaba de opinión, se había vuelto como un corte resplandeciente que está constantemente llena y quería difundir libremente lo que había recibido.

Pero su madre era un obstáculo en este maravilloso estilo de vida. En lugar de abrir la bendición que derramó profusamente y que sólo quería que acudieran a ella, ella misma construyó paredes y se rodeó de una concha que las separaba para siempre.

Sin embargo, la Fuerza de la Luz todopoderosa no se permitió frenar, y siempre difundió su bendición sobre Cassandra. Sin embargo, en la vida terrenal, Cassandra perdió más y más la alegría que inicialmente era una parte integral de su naturaleza. Dondequiera que iba, había barreras que tenía que derribar si no quería que la obstaculizaran. Poco a poco, la vida se convirtió en una carga para ella.

Solo el trabajo trajo a Cassandra consuelo y liberación. Ella estaba principalmente preocupada por los preparativos para el cuidado de los enfermos. Su gran conocimiento de las hierbas, así como su experiencia en la fabricación de jugos, le brindaron un gran servicio en esta área, por lo que obtuvo resultados sorprendentes que nunca se habían visto antes. Estaba experimentando en sus animales con lo que era para curar a los humanos, y aquellos amigos de la esencialidad aceptaron con gusto y confianza con manos puras lo que los seres humanos no habrían entendido.

Con el tiempo, al principio de manera imperceptible, luego tangiblemente con el aumento de los combates y preocupaciones terrestres, se formaron dos grupos en las paredes de Troya: a favor o en contra de Cassandra.

El rumor de que su conocimiento de las fuerzas secretas de la naturaleza, el alma y el cuerpo estaba muy extendido y había llegado lentamente a la gente. También se informó que a veces conversaba en secreto con seres invisibles en jardines y arboledas.

Desde la hora en que el sol se había oscurecido, la gente se había vuelto supersticiosa. Cassandra se comparó con ese evento celestial en el que se creía que se reconocía la ira de Apolo.

Nadie sabía de dónde venía esta suposición, pero hubo muchos susurros al respecto.

A Cassandra no le importaba lo que dijeran los humanos; Además, fue para ella lo que menos decían. Por otro lado, Hécuba estaba enojada por ello, especialmente porque odiaba escuchar la sabiduría de su hija, cuyas advertencias intervinieron en su vida de una manera cada vez más problemática y vergonzosa; además, Cassandra seguía preocupándose cada vez más por las almas de sus hermanos y hermanas, así como por los que vivían en el palacio.

Y, cosa extraña, si ella habló o si estaba callada, todos preguntaron en silencio: ¿qué dirá Cassandrs? Sin embargo, apenas escucharon sus consejos, que siempre fueron sabios, simples y naturales. Si no los seguían, sus decisiones terminaban invariablemente en fracaso. Aun así, no querían admitir lo que ella les había dicho.

Cassandra no entendía a los seres humanos; ella apenas sentía pena por ellos cuando se extraviaron. También había dejado de sorprenderse por sus injusticias, y se sentía feliz de niña cuando, por una vez, conoció a alguien que era diferente.

Pero esa alegría disminuyó y fue con menos frecuencia compartida debido a las preocupaciones crecientes, las malas tendencias de los seres humanos también se intensificaron en el desencadenamiento de las pasiones más violentas. Siempre fue Cassandra que les provocó, a menudo con una sola palabra, o incluso con su mera presencia. El poder de la Luz se manifiesta con tanta fuerza a través de ella todo lo que era creado feo y falso apareció a la luz tan pronto como se acercó.

Príamo fue sorprendido por la extraña naturaleza de su hija. Ella parecía tan simple, tan pura y tan inaccesible en su balanza soberana, que fue tan conmovedora en su delicada feminidad, causó una tormenta de muchos a su alrededor, así que tuvo que limar mucho. En cuanto a Hécuba, a veces se comportaba como una furia.

La tormenta había amainado y el silencio colgado sobre el mar, un silencio de muerte. Un gran sol rojo y ardiente brillaba en la noche sobre las olas: marzo fue particularmente cerca de la Tierra.

Una pelea estalló entre los dignatarios del país tanto con París por qué tuvo que arriesgar el viaje con Helena y Cassandra rogándole que se fuera, diciendo que de otro modo su caída era cierta. Burlas y acusaciones eran la única respuesta.

El mar estaba tan tranquilo que no se trataba de pensar en despegar. Se decidió consultar al oráculo.

Pero el oráculo estaba en silencio; además, todos los adivinos guardaban silencio desde que Cassandra había hablado.

Hécuba estaba furiosa, insultó a su hija en presencia de las criadas y la acusó de haber perturbado el oráculo. Mientras ella hablaba, Cassandrs vio a una perra negra a su lado mostrando sus dientes, y desde ese momento el rostro de su madre apareció invariablemente con los ojos vendados. Al principio se sintió afligida, luego lo apoyó sin decir nada. Por lo tanto, ella trató de guardar silencio cada vez más y de permitir que los seres humanos hicieran lo que no estaban dispuestos a renunciar de todos modos. Su mente estaba atada a la Luz, y este enlace la llevó a una claridad que la hacía siempre más feliz. Ella sabía que era allí en donde estaba su segundo yo.

En momentos de recuerdo sagrado, la Fuerza se extendió sobre ella en abundancia, y de la Luz de la Paloma Blanca llegó a ella también el conocimiento de todas las cosas y el conocimiento del único Dios.

Estas fueron las horas durante las cuales Cassandra estuvo conectada a la fuente de su origen y fue armada con nuevas fuerzas para continuar su camino terrenal hacia un cumplimiento cada vez mayor.

Su boca hablaba cada vez más raramente, pero sus palabras eran aún más sorprendentes e inolvidables.

Los barcos estaban equipados. En el refugio de los espías, estaban listos para ir al mar y salir en reconocimiento con, a bordo, combatientes eméritos al mando de los héroes más valientes. Sin embargo, Príamo, Héctor y París debían permanecer en tierra esperando un viento favorable.

Por la noche, los halcones proferieron gritos amenazadores. Preocupada, Hécuba se dio la vuelta y se volvió hacia su cama. Como ella había indignado a su hija, su alma ya no podía encontrar descanso; Rostros oscuros con ojos parpadeantes y brillantes la miraron fijamente. Atraídos por sus pensamientos, las sombras se acercaron a ella y no querían irse. Su ansioso amor se aferraba temerosamente a sus hijos. El presentimiento del peligro despertó en ella. Estaba dominada por la preocupación y cuanto más se torturaba a sí misma en su amor por sus hijos, más aumentaba su rencor secreto con Cassandra, y ella comenzó a temer a los ojos claros de quien lo sabía. Cerró su corazón a su hija y finalmente llegó a prohibirle el acceso a sus apartamentos.

Por su parte, Cassandra estaba muy ocupada. Cuanto más reconocía el estado triste en que se encontraba Hécuba, más vigilaba fielmente la casa y sus dependencias, y la de ella. Nadie debía sentir que en este doloroso período en que el peligro amenazaba, la dueña de la casa disminuía. Tranquila y discreta, hizo su trabajo, y fue con la misma calma que se retiró cuando su madre comenzó a actuar de nuevo.

Seguirá….

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«La  traducción del idioma francés al español puede restar fuerza y luz a las palabras en idioma alemán original …pido disculpas por ello»

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LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER (4)

fb_img_1542841602627-1604819327.jpgLA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER (4)
El camino del Hijo del Hombre hacia Lucifer y la lucha contra él.
Recibido por inspiración especial
[…]

Abismos se abrían, sobre los cuales la voluntad del Hijo del Hombre pasaba por encima.
Con la punta incandescente de su espada Él abría camino para sí
a través de la corja de figuras malvadas, que surgían continuamente
y aparecían siempre de nuevo.

Ni una forma se repetía allí, siempre de nuevo surgía una nueva excrescencia del infierno,
que insolente y perfidamente, a pesar de eso, en un miedo cobarde parecía reír malos.

Sin embargo, ellas no podían acercarse al Luminoso
que estaba rodeado por anillos resplandecientes y el que relujo cada vez más.

La fuerza irradiante irrumpía cada vez más poderosa del Hijo del Hombre,
cuanto más se acercaba la batalla final.

Él no miraba las escenas horrendas, que se pasaban en las aberturas rocosas y en las grutas.
Con la espada erguida Él se lanzaba cada vez más rápido hacia adelante,
pasando por una laguna de veneno, un lago negro y las terribles cuevas de la desolación.

Los más horrendos gritos que suena de allí le pasaban por el espíritu,
resonando: horrorizándose, un grito después de otro se rompía en la cubierta
y en las columnas del ambiente más bajo.

Las llamas de fuego ardían alto hacia arriba. Monstruos salvajes con terribles garras,
dientes y cuernos guardaban las entradas para el mayor recinto de la maldad, el pecado.

Donde, sin embargo, los pies del Enviado de Dios pisaban, allí, todo silenciaba.

Una rigidez parecida a la petrificación se apoderaba del ejército gigantesco que se comprimía,
el cual se aglomeraba hacia adelante como innumerables ratones nocivos oriundos de las profundidades.

Un trabajo, martillar, silbar y aullar atravesaba el aire.
Alrededor de la figura del Enviado de Dios circulaban rodeos luminosos en una enorme rapidez.
Sobre Él surgió una clara luminosidad deslumbrante y la ciudad de las tinieblas bramia estrepitosamente, que un toro herido y furioso.

Cada vez más atrás parecían retraerse las tinieblas,
cada vez más adelante e impetuosamente ellas eran perseguidas por el Hijo de la Luz.

Entonces, repentina y amenazadora, se elevó de abajo, en una claridad ardiente, la cara de Lucifer.
Irado, envuelto por rayos, en medio de espumas rojiza y envuelto por vapor y veneno.
Su aliento arrojaba fuego y un humo grueso.

Una tensión horrible se difundió debido al gran contraste.
El Hijo del Hombre se encontraba en las más profundas tinieblas, ante el más terrible momento.
Lúcifer se reía estrepitosamente,
desapareciendo aún más profundo y sus bandas surgían aún más numerosos, difundiendo horror.

Sin embargo, de repente hubo un zumbido fuerte atravesando el aire!
Todos se encogió. De pie y erecto, se encontraba Lucifer allí.

¡Él había arrojado la lanza hacia la Luz!

Pero la Luz la cogió con mano vigorosa.
En eso el manto protector cayó hacia atrás
y en su deslumbrante pureza se encontraba la Cruz irradiante en medio de las tinieblas.

¡Los rayos abrasadores alcanzaban el mal como si fueran flechas!

Gritando desesperadamente se inclinaban y se encogen los siervos de Lucifer.
El propio Lucifer bramia airado y corrió hacia el Hijo del Hombre, para luchar con Él.
Fue una lucha breve, la espada golpeó a Lucifer en la cabeza!
Él cayó y sus ojos gélidos miraban llenos de rabia al vencedor.

El Hijo del Hombre colocó su pie sobre la nuca de Lucifer,
él lo ató con su voluntad en las profundidades de las tinieblas
y una terrible tormenta rugió y aulló.

Los truenos remarcaban, las rocas caían abruptamente.
Lúcifer, sin embargo, ya no se movió. Él se encontraba atado junto al suelo.
También atadas y como que petrificadas decaían sus fuerzas sombrías alrededor de él,
sus auxiliares fieles.

El Hijo del Hombre, sin embargo, se elevó.
Luminoso, libre de las envolturas que le fueron colocadas en las tinieblas,
resplandeciente, como aclarado.

Después de un largo, profundo y serio tiempo, mientras se desarrolló la lucha con Lucifer,
el Hijo del Hombre despertó nuevamente hacia la existencia terrena. A su lado María.

Sonaban jubilosamente campanas, luminoso se encontraba el mundo,
los enteos adornaban la naturaleza para su Señor.

La paz se difundía por encima de la Tierra, pues las tinieblas estaban atadas.

Sólo la humanidad en un propio sufrimiento no podía notar nada de eso.
Ella no sabía que un enorme acontecimiento de inimaginable decisión
ya se había realizado en el Universo.

Es verdad que todas las excusas de las tinieblas todavía podían moverse sobre la Tierra.
Pero el Señor había puesto un punto en la voluntad de Lucifer.
Ahora sólo debería ser aniquilada todas las tinieblas sobre la Tierra y entre los seres humanos.

Los eternos estaban llenos de alegría.
Luz fluía del cielo en haces amplios y poderosos,
y la Voluntad de Dios fortalecía y llamaba a sus siervos en la materia. –

Parte del Capítulo Los testimonios de los acontecimientos de la Luz
( Zeugen des Lichtgeschehens )

Publicó el primer volumen de la obra Estela de épocas pasadas
( Verwehte Zeit erwacht – Banda 1-1935 ).

https://svdcomplementos.blogspot.com/2018/02/a-grande-batalha-iv.html

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LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER (3)

LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER (3)
El camino del Hijo del Hombre hacia Lucifer y la lucha contra él.
Recibido por inspiración especial
[…]

Parecía haber llegado una tranquilidad en aquel horrible mundo.
La oscuridad y la estrechez continuaron,
pero nada más se podía oír más allá del suave caminar
del matrimonio luminoso sobre la vereda de piedra del abismo.

Entonces ella de repente se ensanchó, los escalones conducían hacia abajo,
a un lugar que se encontraba en una oscuridad aún mayor.

María retuvo el paso. Era como si ella tuviera que luchar con una terrible decisión.
Entonces, ella también pisó el primer peldaño.
Iban rápidamente hacia abajo, fondo, cada vez más profundo,
pero cuanto más profundo la pareja iba, tanto más se prolongaban los escalones.

Pavor se elevaba desde abajo.
En los corredores laterales había gritos como en las jaulas de monos salvajes.
Esta era ahora la región que poseía la suficiente tenacidad para mantenerse.
Como una azotea caía de lo alto. El calor era tan grande que llegaba a sofocar.
Los fantasmas blanco-grisáceo colgaban en los acantilados.
En medio del río que se hacía cada vez más ancho había una isla con altos árboles.
En cada una de ellas colgaban personas ahorcadas.
Como trapos ellos oscilaban en un viento caliente.
Había el horrible olor de descomposición.

Cuando el Señor pasó, cayeron de los árboles a la corriente.
Pero inmediatamente otras se encontraban allí colgadas.
Ellas se aglomeraban allí desesperadas, apenas aguardando la oportunidad para matarse.

De un abismo cercano de allí se podía oír tiros.
Los destellos rojos brillaban y el olor de pólvora.
Los rostros llenos de ansia para asesinar miraban a través del humo y se escondían.
Era como si todos ellos fueran acometidos por un miedo desesperado.
Y cada vez se volvía más caliente. De las paredes salía vapor.
El olor de pólvora y de sangre aumentaba hasta lo insoportable.
Brazos feos y desnudos salían de las grietas rocosas acercándose a María.

Los rostros horrendos llegaban muy cerca y desaparecían de nuevo;
ellos se volvían cada vez más semejantes al ser humano y, con ello,
cada vez más feos, malvados y maléficos.

Un cierto rasgo era predominante, el cual denunciaba la especie de las tinieblas y de su carga.
De forma funesta cada ser aislado se enfurecía.
Un miedo se apoderó de ellos ante ellos mismos
y tanto más fuerte se convirtió en el odio cuando percibieron la Luz.

De las profundidades de un pantano se elevaban tipos armados,
los cuales se encontraban amenazadamente de pie
como un ejército del otro lado de un lago sombrío.

Las flechas volaban por el aire,
pero resbalaban de vuelta como defendidas por escudos invisibles.

Las tinieblas tragó a los gritos el ejército de Lucifer, ya no podía ser visto.
Calmo y siempre adelante caminaba la pareja luminosa
bajo el envoltorio pesado y protector.

Era como si una antorcha luminosa peregrinase en medio de un infinito negrito.
Sin límites, eterno y desesperado.Y la oscuridad era tan amenazadora,
tan funesta, atrayendo cada vez más la misma especie para ir al encuentro de la Luz.

Ella amenazaba con todos sus horrores.
Terrible era el sentimiento de soledad, de la profundidad, del horror, del pecado.
Afortunadamente había aullidos bajo el suelo. Se abrió un agujero en la roca.
Una ardiente rojía subía por las paredes, de una correa viscosa y lamenta.
Con largos brazos invirtió contra María, que había quedado algo atrás.
En el instante en que el Hijo del Hombre golpeaba un monstruo,
resonaba un grito lleno de dolor:

El manto de María se había abierto y la Luz se impulsaba contra caras desfiguradas,
un gran monstruo la atacó.

Rápidamente el Hijo del Hombre vino en su ayuda, pero de lo alto vino una Luz.
Amplio como un manto blanco se extendía una nube luminosa.
Los rostros blancos y luminosos la miraban.Parecía a María como si algo la soportara.
Rápidamente ella llegó a llanos más elevados, ligeros y libres.

«¡Basta!» Habló una sagrada voz sobre ella.

María se encontraba acostada sobre un césped verde, suave y lleno de flores.
Entonces María no supo nada más.
El Hijo del Hombre, sin embargo, caminó solitario aún más dentro de las profundidades.
Burbujas, cada vez más tinieblas venían de abajo hacia arriba.
El ambiente en el que el Hijo del Hombre se encontraba se amplió
a una meseta rocosa amplia y negra, que relujo como bronce.

Este era liso, untado de sangre y viscosidad de los monstruos y seres horrendos que,
en la desesperación, despedazaban siempre de nuevo sus cráneos en la roca,
buscando salida de los tormentos que siempre de nuevo los aguardaban
en las regiones profundas.

Parte del Capítulo Los testimonios de los acontecimientos de la Luz
( Zeugen des Lichtgeschehens )

Publicó el primer volumen de la obra Estela de épocas pasadas
( Verwehte Zeit erwacht – Banda 1-1935 ).

(Continuará )

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LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER (2)

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LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER
El camino del Hijo del Hombre hacia Lucifer y la lucha contra él.
Recibido por inspiración especial
[…]

Aquí y allá surgían otras fuentes negras, que burlándose se juntaban formando un arroyo,
el cual seguía fluyendo en el borde del camino.

Pero cuando el Hijo del hombre se acercó a la fuente y miró hacia abajo,
para aquel animal, éste arremetió su gran boca y gritó.

Entonces se deshizo en sí mismo y desapareció.
Algo como un papel amasado se pegó sobre el manantial, secando la fuente.

El Hijo del Hombre caminó hacia el estrecho y oscuro valle ya su lado María,
y él oía los gemidos de las fuentes al lado del camino,
las cuales se secaban todas, tan pronto él pasaba por ellas.

El suelo resonaba debido al trotear de una gran manada.
Eran grandes cerdos muy horrendos y erguidos,
que corrían allí gruñiendo para allá y para allá.

Ellos querían intentar un ataque, pero al llegar a la proximidad de la Luz,
que venía caminando hacia ellos, tuvieron que desaparecer.

Era como si se disolvían, dispersándose y desapareciendo.
Así se encontraba la Luz en el valle profundo,
envuelta por un manto que había sido dado por manos luminosas.

Las rocas comenzaron a temblar,
volviéndose un poco oscuras y levantándose a alturas funestas.

Escasas empinadas y lisas, las cuales pie alguno era capaz de escalar,
parecían como si fueran de pizarra.

Ninguna hierba, ningún tallo crecía en ellas,
pero se fijaban en ellas algo como lagartijas y batracas y moscas horribles.

Aquellos bichos gruñían en la superficie de las rocas con patas como de ranas,
deslizándose lenta y nuevamente hacia abajo.

Muchos comenzaban a subir siempre de nuevo,
otros caían allá arriba y se espaciaban en el suelo oscuro.

La sangre estornuda hacia arriba en emanaciones gaseosas,
de donde inmediatamente se desarrollaban de nuevo otros nuevos bichos.

La pareja luminosa también recorrió ese estrecho camino
y detrás de él aquellos seres horripilantes caían sin fuerza,
como carcomidos y disueltos.

Otros se quedaban pegados en las rocas con un miedo mortal en los ojos
y sus cuerpos se desvanecían.

Su piel se secaba, agrietaba, la carne caía y otros comían,
los huesos se iban deshaciendo
y miembro después de un miembro caía en las profundidades.

Los gemidos de dolor pasaban por los abismos.

Una estrecha y vertiginosa vereda llevaba de allí a un descenso abrupto.
En realidad existía algo como un pasamanos, un gradil,
pero al toque más leve se deslizaba, convirtiéndose en polvo de sierra en las manos.

De forma funesta se encontraba el abismo allí al lado,
de cuyas profundidades se elevaban vapores, los cuales tomaban formas.

Formas de especie muy diversa, horrenda.
Ellas poseían crestas como los dragones,
enormes bocas como de lobos y garras como tigres.

Los cuerpos eran curvados al estilo de los gatos,
llenos de flexibilidad, con rabos como de cocodrilos.

De sus bocas salían largas lenguas de especie malvada.
En cada lengua había una flecha que arrojaba veneno.
Algunas lenguas se dividían y lanzaban siempre nuevas flechas.

El Señor caminaba por el abismo de la calumnia.
El mal se encogió, escondiéndose. Eran tan peligrosos como cobardes,
tan inverosímiles como horribles y tan despreciables como asquerosos.

Y el Señor sacudió su espada sobre el abismo del mal.
Una espesa humo se elevó, como si esas monstruosidades fueran quemadas vivas.
En compensación vinieron de lo alto, pájaros del mal,
los cuales cerraban con sus alas todo el abismo.

El ruido de ellos era como el fuerte ruido de un huracán.
Ellos mantenían sus boquillas abiertas,
curvas como espadas turcas y con goteras enormes.

Los ojos ardían grandes y redondos como carbón dorado y las plumas parecían de metal.
Ellos querían atacar. Las garras enormes y afiladas dirigieron contra la Luz.
Ellos querían atacar con esas enormes garras, pero el fuego las quemó.
Con un grito salvaje los pájaros volaron hacia arriba,
mientras que una garra, golpeada por la espada, cayó en las profundidades.

Una sangre roja, espesa y caliente brotaba de la herida.
Los monstruos voladores quedaron enojados.
Con golpes de alas muy ruidosas llenaron el abismo que llevaba a una profundidad sin fin.
Cada vez más oscuro se iba convirtiendo, los acantilados se erguían cada vez más altos,
cada vez más estrecho, más apretado se convertía en el camino,
cada vez más profundo rumoraba el arroyo.

Los animales se precipitaban a gritos en el abismo.
De lo alto un radiante y claro rostro miraba al Hijo del Hombre.

Parte del Capítulo Los testimonios de los acontecimientos de la Luz
( Zeugen des Lichtgeschehens )

Publicó el primer volumen de la obra Estela de épocas pasadas
( Verwehte Zeit erwacht – Banda 1-1935 ).

(Continuará )

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LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER

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LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER
El camino del Hijo del Hombre hacia Lucifer y la lucha contra él.
Recibido por inspiración especial

[…] Y llegó un momento en que el Hijo del hombre tenía que darse cuenta de la gran golpe contra Lucifer. En silencio y aisladamente vivía él con María y algunos que él confiaba plenamente.

Una grave lucha se preparaba, la gran lucha contra Lucifer.

Los enteos se estremecían, la naturaleza estaba como que estaba reacia
y aguardaba la hora en que el mal debía ser encadenado con un golpe.

Una tensión se difundía sobre la Tierra,
como en aquella época en que los seres humanos asesinaron al Hijo de Dios.

Estaba opresivamente silencioso.

Los guardias enteales en Walhala llamaban a la lucha.
Ellos salieron como para cazar.
Tempestuosamente ellos pasaban por encima de la Tierra,
acosaban a los espíritus sombríos sobre los pantanos
y los charcos e impelían lo que era turbio, mal e impuro hacia abajo.

Corceles con valientes caballeros pasaban muy rápidamente por las nubes.
Los perros ladraban, innumerables legiones se lanzaban combatiendo a las brujas
y los monstruos que se encogían y se escondían miedosamente.

Ellos se mostraban como fantasmas sombríos,
oscuros y deshechos que se habían elevado a lugares a los que no pertenecían.

Así se abría ante el Hijo del Hombre un camino claro y abierto,
flanqueado por campos verdes y frescos. Este sería para conducir, Él y María,
hacia abajo, a una distancia silenciosa, extraña y erma.

No era oscuro, pero tampoco estaba claro y parecía que todo alrededor dormía.
El valle de los campos se estrechó, ni una flor florecía y ningún pájaro cantaba.
El camino, que se hacía cada vez más estrecho,
conducía suave e imperceptiblemente hacia abajo.

A las distancias se erguían montañas rocosas,
cubiertas con una hierba oscura y sobre ellas se distendía un cielo color de plomo,
que se asemejaba a un paño rígido, sin vida.

Todo esto comprimía fuertemente hacia abajo.
Se volvía más sombrío y las sombras se arrastra desde las profundidades,
que se condensaban imperceptiblemente. El tono grisáceo se puso negro.

Y siempre más estrecho se convertía el valle,
cada vez más oscuras las sombras y cada vez más truenas las montañas.

Una niebla se elevaba de una fuente que brotaba negra de la tierra
y burbujeaba echaba grandes burbujas.

Un gran monstruo, semejante a un sapo, miraba de allí,
el cual con patas de batranque quería ir más allá de la orilla del manantial,
intencionando agarrar las vestiduras claras de María.

En eso parecía como si también esas sombras quisieran elevarse de él.

Parte del Capítulo Los testimonios de los acontecimientos de la Luz
( Zeugen des Lichtgeschehens )

Publicó el primer volumen de la obra Estela de épocas pasadas
( Verwehte Zeit erwacht – Banda 1-1935 ).

(Continuará)

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