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LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER (4)

fb_img_1542841602627-1604819327.jpgLA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER (4)
El camino del Hijo del Hombre hacia Lucifer y la lucha contra él.
Recibido por inspiración especial
[…]

Abismos se abrían, sobre los cuales la voluntad del Hijo del Hombre pasaba por encima.
Con la punta incandescente de su espada Él abría camino para sí
a través de la corja de figuras malvadas, que surgían continuamente
y aparecían siempre de nuevo.

Ni una forma se repetía allí, siempre de nuevo surgía una nueva excrescencia del infierno,
que insolente y perfidamente, a pesar de eso, en un miedo cobarde parecía reír malos.

Sin embargo, ellas no podían acercarse al Luminoso
que estaba rodeado por anillos resplandecientes y el que relujo cada vez más.

La fuerza irradiante irrumpía cada vez más poderosa del Hijo del Hombre,
cuanto más se acercaba la batalla final.

Él no miraba las escenas horrendas, que se pasaban en las aberturas rocosas y en las grutas.
Con la espada erguida Él se lanzaba cada vez más rápido hacia adelante,
pasando por una laguna de veneno, un lago negro y las terribles cuevas de la desolación.

Los más horrendos gritos que suena de allí le pasaban por el espíritu,
resonando: horrorizándose, un grito después de otro se rompía en la cubierta
y en las columnas del ambiente más bajo.

Las llamas de fuego ardían alto hacia arriba. Monstruos salvajes con terribles garras,
dientes y cuernos guardaban las entradas para el mayor recinto de la maldad, el pecado.

Donde, sin embargo, los pies del Enviado de Dios pisaban, allí, todo silenciaba.

Una rigidez parecida a la petrificación se apoderaba del ejército gigantesco que se comprimía,
el cual se aglomeraba hacia adelante como innumerables ratones nocivos oriundos de las profundidades.

Un trabajo, martillar, silbar y aullar atravesaba el aire.
Alrededor de la figura del Enviado de Dios circulaban rodeos luminosos en una enorme rapidez.
Sobre Él surgió una clara luminosidad deslumbrante y la ciudad de las tinieblas bramia estrepitosamente, que un toro herido y furioso.

Cada vez más atrás parecían retraerse las tinieblas,
cada vez más adelante e impetuosamente ellas eran perseguidas por el Hijo de la Luz.

Entonces, repentina y amenazadora, se elevó de abajo, en una claridad ardiente, la cara de Lucifer.
Irado, envuelto por rayos, en medio de espumas rojiza y envuelto por vapor y veneno.
Su aliento arrojaba fuego y un humo grueso.

Una tensión horrible se difundió debido al gran contraste.
El Hijo del Hombre se encontraba en las más profundas tinieblas, ante el más terrible momento.
Lúcifer se reía estrepitosamente,
desapareciendo aún más profundo y sus bandas surgían aún más numerosos, difundiendo horror.

Sin embargo, de repente hubo un zumbido fuerte atravesando el aire!
Todos se encogió. De pie y erecto, se encontraba Lucifer allí.

¡Él había arrojado la lanza hacia la Luz!

Pero la Luz la cogió con mano vigorosa.
En eso el manto protector cayó hacia atrás
y en su deslumbrante pureza se encontraba la Cruz irradiante en medio de las tinieblas.

¡Los rayos abrasadores alcanzaban el mal como si fueran flechas!

Gritando desesperadamente se inclinaban y se encogen los siervos de Lucifer.
El propio Lucifer bramia airado y corrió hacia el Hijo del Hombre, para luchar con Él.
Fue una lucha breve, la espada golpeó a Lucifer en la cabeza!
Él cayó y sus ojos gélidos miraban llenos de rabia al vencedor.

El Hijo del Hombre colocó su pie sobre la nuca de Lucifer,
él lo ató con su voluntad en las profundidades de las tinieblas
y una terrible tormenta rugió y aulló.

Los truenos remarcaban, las rocas caían abruptamente.
Lúcifer, sin embargo, ya no se movió. Él se encontraba atado junto al suelo.
También atadas y como que petrificadas decaían sus fuerzas sombrías alrededor de él,
sus auxiliares fieles.

El Hijo del Hombre, sin embargo, se elevó.
Luminoso, libre de las envolturas que le fueron colocadas en las tinieblas,
resplandeciente, como aclarado.

Después de un largo, profundo y serio tiempo, mientras se desarrolló la lucha con Lucifer,
el Hijo del Hombre despertó nuevamente hacia la existencia terrena. A su lado María.

Sonaban jubilosamente campanas, luminoso se encontraba el mundo,
los enteos adornaban la naturaleza para su Señor.

La paz se difundía por encima de la Tierra, pues las tinieblas estaban atadas.

Sólo la humanidad en un propio sufrimiento no podía notar nada de eso.
Ella no sabía que un enorme acontecimiento de inimaginable decisión
ya se había realizado en el Universo.

Es verdad que todas las excusas de las tinieblas todavía podían moverse sobre la Tierra.
Pero el Señor había puesto un punto en la voluntad de Lucifer.
Ahora sólo debería ser aniquilada todas las tinieblas sobre la Tierra y entre los seres humanos.

Los eternos estaban llenos de alegría.
Luz fluía del cielo en haces amplios y poderosos,
y la Voluntad de Dios fortalecía y llamaba a sus siervos en la materia. –

Parte del Capítulo Los testimonios de los acontecimientos de la Luz
( Zeugen des Lichtgeschehens )

Publicó el primer volumen de la obra Estela de épocas pasadas
( Verwehte Zeit erwacht – Banda 1-1935 ).

https://svdcomplementos.blogspot.com/2018/02/a-grande-batalha-iv.html

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LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER (3)

LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER (3)
El camino del Hijo del Hombre hacia Lucifer y la lucha contra él.
Recibido por inspiración especial
[…]

Parecía haber llegado una tranquilidad en aquel horrible mundo.
La oscuridad y la estrechez continuaron,
pero nada más se podía oír más allá del suave caminar
del matrimonio luminoso sobre la vereda de piedra del abismo.

Entonces ella de repente se ensanchó, los escalones conducían hacia abajo,
a un lugar que se encontraba en una oscuridad aún mayor.

María retuvo el paso. Era como si ella tuviera que luchar con una terrible decisión.
Entonces, ella también pisó el primer peldaño.
Iban rápidamente hacia abajo, fondo, cada vez más profundo,
pero cuanto más profundo la pareja iba, tanto más se prolongaban los escalones.

Pavor se elevaba desde abajo.
En los corredores laterales había gritos como en las jaulas de monos salvajes.
Esta era ahora la región que poseía la suficiente tenacidad para mantenerse.
Como una azotea caía de lo alto. El calor era tan grande que llegaba a sofocar.
Los fantasmas blanco-grisáceo colgaban en los acantilados.
En medio del río que se hacía cada vez más ancho había una isla con altos árboles.
En cada una de ellas colgaban personas ahorcadas.
Como trapos ellos oscilaban en un viento caliente.
Había el horrible olor de descomposición.

Cuando el Señor pasó, cayeron de los árboles a la corriente.
Pero inmediatamente otras se encontraban allí colgadas.
Ellas se aglomeraban allí desesperadas, apenas aguardando la oportunidad para matarse.

De un abismo cercano de allí se podía oír tiros.
Los destellos rojos brillaban y el olor de pólvora.
Los rostros llenos de ansia para asesinar miraban a través del humo y se escondían.
Era como si todos ellos fueran acometidos por un miedo desesperado.
Y cada vez se volvía más caliente. De las paredes salía vapor.
El olor de pólvora y de sangre aumentaba hasta lo insoportable.
Brazos feos y desnudos salían de las grietas rocosas acercándose a María.

Los rostros horrendos llegaban muy cerca y desaparecían de nuevo;
ellos se volvían cada vez más semejantes al ser humano y, con ello,
cada vez más feos, malvados y maléficos.

Un cierto rasgo era predominante, el cual denunciaba la especie de las tinieblas y de su carga.
De forma funesta cada ser aislado se enfurecía.
Un miedo se apoderó de ellos ante ellos mismos
y tanto más fuerte se convirtió en el odio cuando percibieron la Luz.

De las profundidades de un pantano se elevaban tipos armados,
los cuales se encontraban amenazadamente de pie
como un ejército del otro lado de un lago sombrío.

Las flechas volaban por el aire,
pero resbalaban de vuelta como defendidas por escudos invisibles.

Las tinieblas tragó a los gritos el ejército de Lucifer, ya no podía ser visto.
Calmo y siempre adelante caminaba la pareja luminosa
bajo el envoltorio pesado y protector.

Era como si una antorcha luminosa peregrinase en medio de un infinito negrito.
Sin límites, eterno y desesperado.Y la oscuridad era tan amenazadora,
tan funesta, atrayendo cada vez más la misma especie para ir al encuentro de la Luz.

Ella amenazaba con todos sus horrores.
Terrible era el sentimiento de soledad, de la profundidad, del horror, del pecado.
Afortunadamente había aullidos bajo el suelo. Se abrió un agujero en la roca.
Una ardiente rojía subía por las paredes, de una correa viscosa y lamenta.
Con largos brazos invirtió contra María, que había quedado algo atrás.
En el instante en que el Hijo del Hombre golpeaba un monstruo,
resonaba un grito lleno de dolor:

El manto de María se había abierto y la Luz se impulsaba contra caras desfiguradas,
un gran monstruo la atacó.

Rápidamente el Hijo del Hombre vino en su ayuda, pero de lo alto vino una Luz.
Amplio como un manto blanco se extendía una nube luminosa.
Los rostros blancos y luminosos la miraban.Parecía a María como si algo la soportara.
Rápidamente ella llegó a llanos más elevados, ligeros y libres.

«¡Basta!» Habló una sagrada voz sobre ella.

María se encontraba acostada sobre un césped verde, suave y lleno de flores.
Entonces María no supo nada más.
El Hijo del Hombre, sin embargo, caminó solitario aún más dentro de las profundidades.
Burbujas, cada vez más tinieblas venían de abajo hacia arriba.
El ambiente en el que el Hijo del Hombre se encontraba se amplió
a una meseta rocosa amplia y negra, que relujo como bronce.

Este era liso, untado de sangre y viscosidad de los monstruos y seres horrendos que,
en la desesperación, despedazaban siempre de nuevo sus cráneos en la roca,
buscando salida de los tormentos que siempre de nuevo los aguardaban
en las regiones profundas.

Parte del Capítulo Los testimonios de los acontecimientos de la Luz
( Zeugen des Lichtgeschehens )

Publicó el primer volumen de la obra Estela de épocas pasadas
( Verwehte Zeit erwacht – Banda 1-1935 ).

(Continuará )

https://svdcomplementos.blogspot.com/2018/01/a-grande-batalha-iii.html

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LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER (2)

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LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER
El camino del Hijo del Hombre hacia Lucifer y la lucha contra él.
Recibido por inspiración especial
[…]

Aquí y allá surgían otras fuentes negras, que burlándose se juntaban formando un arroyo,
el cual seguía fluyendo en el borde del camino.

Pero cuando el Hijo del hombre se acercó a la fuente y miró hacia abajo,
para aquel animal, éste arremetió su gran boca y gritó.

Entonces se deshizo en sí mismo y desapareció.
Algo como un papel amasado se pegó sobre el manantial, secando la fuente.

El Hijo del Hombre caminó hacia el estrecho y oscuro valle ya su lado María,
y él oía los gemidos de las fuentes al lado del camino,
las cuales se secaban todas, tan pronto él pasaba por ellas.

El suelo resonaba debido al trotear de una gran manada.
Eran grandes cerdos muy horrendos y erguidos,
que corrían allí gruñiendo para allá y para allá.

Ellos querían intentar un ataque, pero al llegar a la proximidad de la Luz,
que venía caminando hacia ellos, tuvieron que desaparecer.

Era como si se disolvían, dispersándose y desapareciendo.
Así se encontraba la Luz en el valle profundo,
envuelta por un manto que había sido dado por manos luminosas.

Las rocas comenzaron a temblar,
volviéndose un poco oscuras y levantándose a alturas funestas.

Escasas empinadas y lisas, las cuales pie alguno era capaz de escalar,
parecían como si fueran de pizarra.

Ninguna hierba, ningún tallo crecía en ellas,
pero se fijaban en ellas algo como lagartijas y batracas y moscas horribles.

Aquellos bichos gruñían en la superficie de las rocas con patas como de ranas,
deslizándose lenta y nuevamente hacia abajo.

Muchos comenzaban a subir siempre de nuevo,
otros caían allá arriba y se espaciaban en el suelo oscuro.

La sangre estornuda hacia arriba en emanaciones gaseosas,
de donde inmediatamente se desarrollaban de nuevo otros nuevos bichos.

La pareja luminosa también recorrió ese estrecho camino
y detrás de él aquellos seres horripilantes caían sin fuerza,
como carcomidos y disueltos.

Otros se quedaban pegados en las rocas con un miedo mortal en los ojos
y sus cuerpos se desvanecían.

Su piel se secaba, agrietaba, la carne caía y otros comían,
los huesos se iban deshaciendo
y miembro después de un miembro caía en las profundidades.

Los gemidos de dolor pasaban por los abismos.

Una estrecha y vertiginosa vereda llevaba de allí a un descenso abrupto.
En realidad existía algo como un pasamanos, un gradil,
pero al toque más leve se deslizaba, convirtiéndose en polvo de sierra en las manos.

De forma funesta se encontraba el abismo allí al lado,
de cuyas profundidades se elevaban vapores, los cuales tomaban formas.

Formas de especie muy diversa, horrenda.
Ellas poseían crestas como los dragones,
enormes bocas como de lobos y garras como tigres.

Los cuerpos eran curvados al estilo de los gatos,
llenos de flexibilidad, con rabos como de cocodrilos.

De sus bocas salían largas lenguas de especie malvada.
En cada lengua había una flecha que arrojaba veneno.
Algunas lenguas se dividían y lanzaban siempre nuevas flechas.

El Señor caminaba por el abismo de la calumnia.
El mal se encogió, escondiéndose. Eran tan peligrosos como cobardes,
tan inverosímiles como horribles y tan despreciables como asquerosos.

Y el Señor sacudió su espada sobre el abismo del mal.
Una espesa humo se elevó, como si esas monstruosidades fueran quemadas vivas.
En compensación vinieron de lo alto, pájaros del mal,
los cuales cerraban con sus alas todo el abismo.

El ruido de ellos era como el fuerte ruido de un huracán.
Ellos mantenían sus boquillas abiertas,
curvas como espadas turcas y con goteras enormes.

Los ojos ardían grandes y redondos como carbón dorado y las plumas parecían de metal.
Ellos querían atacar. Las garras enormes y afiladas dirigieron contra la Luz.
Ellos querían atacar con esas enormes garras, pero el fuego las quemó.
Con un grito salvaje los pájaros volaron hacia arriba,
mientras que una garra, golpeada por la espada, cayó en las profundidades.

Una sangre roja, espesa y caliente brotaba de la herida.
Los monstruos voladores quedaron enojados.
Con golpes de alas muy ruidosas llenaron el abismo que llevaba a una profundidad sin fin.
Cada vez más oscuro se iba convirtiendo, los acantilados se erguían cada vez más altos,
cada vez más estrecho, más apretado se convertía en el camino,
cada vez más profundo rumoraba el arroyo.

Los animales se precipitaban a gritos en el abismo.
De lo alto un radiante y claro rostro miraba al Hijo del Hombre.

Parte del Capítulo Los testimonios de los acontecimientos de la Luz
( Zeugen des Lichtgeschehens )

Publicó el primer volumen de la obra Estela de épocas pasadas
( Verwehte Zeit erwacht – Banda 1-1935 ).

(Continuará )

https://svdcomplementos.blogspot.com/2018/01/a-grande-batalha-contra-lucifer_23.html

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LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER

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LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER
El camino del Hijo del Hombre hacia Lucifer y la lucha contra él.
Recibido por inspiración especial

[…] Y llegó un momento en que el Hijo del hombre tenía que darse cuenta de la gran golpe contra Lucifer. En silencio y aisladamente vivía él con María y algunos que él confiaba plenamente.

Una grave lucha se preparaba, la gran lucha contra Lucifer.

Los enteos se estremecían, la naturaleza estaba como que estaba reacia
y aguardaba la hora en que el mal debía ser encadenado con un golpe.

Una tensión se difundía sobre la Tierra,
como en aquella época en que los seres humanos asesinaron al Hijo de Dios.

Estaba opresivamente silencioso.

Los guardias enteales en Walhala llamaban a la lucha.
Ellos salieron como para cazar.
Tempestuosamente ellos pasaban por encima de la Tierra,
acosaban a los espíritus sombríos sobre los pantanos
y los charcos e impelían lo que era turbio, mal e impuro hacia abajo.

Corceles con valientes caballeros pasaban muy rápidamente por las nubes.
Los perros ladraban, innumerables legiones se lanzaban combatiendo a las brujas
y los monstruos que se encogían y se escondían miedosamente.

Ellos se mostraban como fantasmas sombríos,
oscuros y deshechos que se habían elevado a lugares a los que no pertenecían.

Así se abría ante el Hijo del Hombre un camino claro y abierto,
flanqueado por campos verdes y frescos. Este sería para conducir, Él y María,
hacia abajo, a una distancia silenciosa, extraña y erma.

No era oscuro, pero tampoco estaba claro y parecía que todo alrededor dormía.
El valle de los campos se estrechó, ni una flor florecía y ningún pájaro cantaba.
El camino, que se hacía cada vez más estrecho,
conducía suave e imperceptiblemente hacia abajo.

A las distancias se erguían montañas rocosas,
cubiertas con una hierba oscura y sobre ellas se distendía un cielo color de plomo,
que se asemejaba a un paño rígido, sin vida.

Todo esto comprimía fuertemente hacia abajo.
Se volvía más sombrío y las sombras se arrastra desde las profundidades,
que se condensaban imperceptiblemente. El tono grisáceo se puso negro.

Y siempre más estrecho se convertía el valle,
cada vez más oscuras las sombras y cada vez más truenas las montañas.

Una niebla se elevaba de una fuente que brotaba negra de la tierra
y burbujeaba echaba grandes burbujas.

Un gran monstruo, semejante a un sapo, miraba de allí,
el cual con patas de batranque quería ir más allá de la orilla del manantial,
intencionando agarrar las vestiduras claras de María.

En eso parecía como si también esas sombras quisieran elevarse de él.

Parte del Capítulo Los testimonios de los acontecimientos de la Luz
( Zeugen des Lichtgeschehens )

Publicó el primer volumen de la obra Estela de épocas pasadas
( Verwehte Zeit erwacht – Banda 1-1935 ).

(Continuará)

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